Amistoso ante Suiza El día que la Pulga erigió su categoría y acalló las críticas en la Selección Anotó su primer triplete y fue decisivo en el triunfo de Argentina sobre Suiza. Hizo una gran dupla con Agüero aunque el equipo dependió mucho de ellos dos. Jugó como en el Barcelona y sus definiciones mostraron su sello registrado. Hay motivos para ilusionarse
Siempre fue igual. Siempre fue el mejor jugador del mundo (hablando del presente), y aunque muchos no sepan entenderlo, Messi fue siempre Messi, en el Barcelona o en la Selección. Le faltaron sus compañeros, o el trabajo de afinación que sólo sabe dar el tiempo. Solo no puede, y quedó claro en todos los traspiés que sumó Argentina en el último tiempo, donde los fracasos se encargaron de caerle solamente a “La Pulga”, sin importar los proyectos o las bases que se dispusieron desde muchísimo más arriba.
Messi, ante Suiza, fue más amo que nunca de una Selección que no brilló, que tampoco gustó, pero que aprovechó que tiene el as de espadas más letal del fútbol mundial. Al lado, su compinche Sergio Agüero lo acompañó como pocos saben hacerlo. Se entendieron, se movieron como si jugaran todos los días juntos, pero les faltó un equipo que lo acompañe de otra manera. Igual, la idea de Alejandro Sabella parece que será siempre la misma.
Dentro de esa monotonía, Messi brilló y se puso el equipo al hombro, tal como le reclamaban muchos. La buscó, la pidió, se asoció con “El Kun” –por fin les dieron la chance de jugar juntos- y lustró su chapa de ser el mejor del mundo. Lo de Messi no es normal, aunque él mismo haya acostumbrado a todos a ver sus goles, sus lujos y sus gambetas semana a semana. Es único. Y es argentino. Hoy demostró una vez más que es diferente. El problema, ahora, será para Sabella, que debe cuidar ese capullo de fútbol que brilló inconmensurablemente en un equipo que mostró pocas luces y que debe mejorar muchísimo de cara a las Eliminatorias. En Suiza, Messi siempre sonríe… siempre.
Jueves, 1 de marzo de 2012
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