Espectáculos El padre de las criaturas Manuel García Ferré, creador de Hijitus, apunta otra vez hacia el corazón de los más chicos con "Larguirucho y Soledad", su última película. "Busco que mis personajes tengan vida", dice.
Un departamento de la avenida Corrientes hace de baúl de los recuerdos. De las paredes cuelgan secuencias de películas y dibujos animados, en los estantes hay miniaturas de personajes, en los cajones, libros de historietas y revistas. Al otro lado del escritorio está sentado el dueño del lugar, el padre de las criaturas. Manuel García Ferré, 82 años, boina de inmigrante europeo, voz tranquila, repasa su carrera. En esta oficina se instala todas las mañanas de la semana: después de leer los diarios –y de mirar las tiras de humor, claro–, se pone al mando de su equipo de trabajo. "Me gusta estar un poquito en todo, ése es el rol del director, ¿no?", dice.
"Me encanta lo que hago, entonces no tengo días ni horarios. Hay días en que tengo más ganas, otros menos, pero siempre trabajo. No aguanto las vacaciones largas, me aburro aunque lleve lectura. Enseguida necesito volver a hacer lo que me gusta", cuenta sobre su rutina. Sobre su vida desde hace más de medio siglo.
En los monitores del área de animación hay imágenes de "Larguirucho y Soledad", la última película que escribió y dirigió García Ferré, proyecto que comenzó hace dos años y medio. Este filme, sin Hijitus (para quien tiene reservado un guión futuro, ya que "él no es secundario") y con Soledad Pastorutti como protagonista junto con Larguirucho, en versión payador, combina dibujos y humanos, y eso lo entusiasma: "La primera, Anteojito, la hice en 1970. Esta me entusiasmó tanto como aquélla, trabajamos con la superposición de actores y dibujos animados, fue muy divertido". Mientras que él estuvo al frente de la parte animada, Néstor Montalbano ("un director muy creativo", en palabras suyas) fue el encargado de la dirección de los actores "reales".
Las máquinas con las que montó aquellos primeros trabajos esperan en una de las habitaciones a ser donadas al INCAA como parte de la historia del cine nacional. En los ficheros se amontonan los storyboards, cerca del micrófono están los guiones que allí se leyeron.
-¿Qué buscó transmitir a lo largo de su carrera con sus personajes?
-Que tengan vida. Cuando los personajes son pura fantasía, si no tienen un móvil humano, no funcionan. Siempre pongo este ejemplo: cuando el hombre viajó a la Luna hubo una expectativa enorme, pero como allí no había sentimientos, ser humano ni vida, eso decayó. Le faltó pasión. ¿Qué es pasión? Sentimiento. ¿Qué es sentimiento? Vida. Eso nos distingue, que tenemos una vida espiritual, sentimental. Eso busco en los personajes, que cada uno de ellos sea un prototipo de un estado de ánimo, una emoción y en la medida que eso se logre, es el éxito que tiene.
-¿Esa "regla" de la creación es la que explica la vigencia de sus dibujos?
-Un poco sí. La serie "Hijitus" está al aire en Canal 13, está hecha en la década del ’70 y los chicos vuelven a descubrir los personajes. Pasa lo mismo con los personajes de Disney, con Pinocho, Bambi, Dumbo. En los últimos se pierde un poco a manos de los efectos especiales, que me gustan pero sin que se abuse, si no es como contar chistes durante una hora y media. Saturás. Tenés que darle pausa, armonía, buscar un equilibrio. Una película es un espectáculo que tiene que tener emoción, pasión, pero también belleza. Yo, en mis películas, voy detrás de eso. Y otro detalle es que, por ejemplo, en la ropa, mis personajes no llevan moda, visten simple. Eso lo hice de manera intuitiva.
-¿Qué cree que le deja a los chicos?
-Fundamentalmente, entretener rescatando los valores eternos: la bondad, inteligencia, perseverancia, trabajo, sacrificio. Cosas que si uno acepta como leyes de la vida, lo hacen feliz. Pero no me gusta dar mensajes definidos porque eso sería educar de una forma muy estricta. Sí que los personajes den ejemplo de una vida sana, sin las falsas complicaciones a las que a veces nos lleva la vida moderna.
-En esa búsqueda de reflejar valores, ¿hay algo que haya hecho de lo que se arrepienta?
-Solo que en la Familia Panconara incorporé alguien que hablaba mal, y enseñaba a pronunciar mal. Me lo criticaron y no insistí. Oigo mucho la opinión del público. Cuando un personaje gusta, veo por qué y profundizo sobre el tema. Me baso en la naturaleza y observo la vida. Hay muchos Larguiruchos, quién no conoce un neurótico como Neurus, un niño malcriado como Oaky. Ése es uno de mis fuertes en el dibujo. Tengo tantos personajes porque he podido hacer síntesis de los caracteres humanos.
-¿Todavía hoy agarra el lápiz y dibuja?
-Sí, me gusta seguir creando personajes, plantar escenas. También estoy haciendo muchos apuntes de la ciudad de Buenos Aires, me gusta mucho su arquitectura. Es una ciudad muy rica y siempre llevo en el bolsillo o en el auto un anotador. Hago croquis y a veces escribo lo que me llama la atención. Tengo la ciudad registrada y las características de los humanos. Me encanta cuando descubro en alguien un gesto nuevo.
-¿Cada tanto vuelve a dibujar los clásicos?
-Sí, sobre todo los primeros, Calculín y Pipío, que nacieron en 1952 cuando los publiqué en la revista Billiken. Son eternos y vuelvo a refrescarlos. Yo quisiera morir trabajando, porque lo hago por vocación, porque me gusta. Es un entretenimiento, no caigo en vacíos. Pongo música, sobre todo clásica y dejo fluir la imaginación.
-De los historietistas actuales, ¿a quiénes sigue?
-Me gustan muchos, cada época tiene a los suyos. Soy un admirador eterno de Quino, es un filósofo del humor. Sabat es un gran caricaturista, Garaycochea, Dino Palacio. Son muchísimos. Caloi tenía mucho sentido del humor, una lástima que se nos haya ido, era un hombre joven. Su hijo, Tute, me gusta mucho, es un talento. También Liniers, Sendra. Los miro a todos. Lo importante es que también existe una generación más joven, valores que hay que estimular. Argentina es un semillero a nivel mundial, no sólo de futbolistas, sino también de artistas. En el Museo del Humor que inauguramos hace unas semanas se puede ver que aquí nacieron grandes artistas.
-La revista "Anteojito" que fundó en 1964 y cerró en 2002, ¿tenía algo que hoy los chicos no consiguen?
-No sé si no lo consiguen, pero buscábamos que el chico viviera el producto. Lo tocara, recordara, hiciera ejercicios y troquelados. Todos los medios son buenos, se complementen. Con Internet tienen mucha más información, pero no hay un disfrute manual. Lógicamente lo gráfico cayó pero aún se conserva, como pasó con la radio luego de la aparición de la TV. Nosotros dábamos cosas para que el chico no sólo las viera y se ilustrara, sino que fuera parte.
-Después de más de 50 años de carrera, ¿pudo descrifrar de qué se ríe el argentino?
-De todo. Nos reímos de nosotros mismos, de lo malo, lo bueno. El humor ayuda a vivir, es una válvula de escape. La risa la provoca también la tragedia, el ridículo. Los humoristas tratamos de ver el ridículo en todos los humanos.
Fuente: Diagonales.com
Miércoles, 11 de julio de 2012
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