El Papa argentino Bergoglio, el papa Francisco: dos meses que revolucionaron al Vaticano Sin haber tomado aún decisiones de fondo ni enunciado un programa, el pontífice argentino despertó euforia en sus fieles y fascinación más allá de la grey católica. Cómo lo hizo
Papofilia y papamanía son dos expresiones frecuentes en estos días en los diarios europeos que no disimulan el impacto que les está causando la personalidad de Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa americano.
En su agenda cotidiana, Francisco no cesa de confirmar el estilo que cautivó al mundo desde el día de su sorpresiva elección: habla con lenguaje llano, tutea (algo que sorprende en Europa aunque no en Latinoamérica), no se muda a los lujosos apartamentos pontificios, se da baños de multitud, se deja abordar por la gente, saluda, besa, abraza…
El “efecto” Francisco
Y contagia entusiasmo a sus fieles. Uno de los primeros resultados del “efecto Francisco” es la vuelta de muchos católicos a la misa y al confesionario. EI Instituto para la Investigación sobre las religiones (Cesnur, por sus siglas en italiano), de Torino, Italia, hizo un sondeo entre 200 sacerdotes y religiosos de la zona y un 53% de ellos respondió que hubo en su congregación un incremento notorio en la cantidad de fieles en la misa y en el confesionario.
“En el 48% de estos casos el aumento de fieles es descrito como consistente, superior al 25% -dijo el sociólogo Massimo Introvigne, director del Cesnur. Para el 64,25% de ellos el aumento concierne en particular a las confesiones”. “Estos datos son muy significativos”, agregó. “Proyectados a escala nacional, deberíamos hablar de cientos de miles de personas que volvieron a la Iglesia aceptando la invitación del Papa”.
Sin haber hecho aún cambios de fondo, el Papa ha logrado prácticamente dar vuelta la imagen del Vaticano como una institución anquilosada, alejada de la gente y trabada por crisis que estaban afectando al núcleo mismo de su razón de ser: la transmisión de un mensaje evangélico. Internas, filtraciones, diferencias en torno al tema de cómo encarar las denuncias de abuso o el saneamiento de las finanzas vaticanas: todo eso parece haber sido, si no superado, al menos puesto entre paréntesis frente al atractivo del mensaje y los gestos de Bergoglio.
Es tanta la fuerza que ha tenido el hecho radical de la elección de un pastor, humilde, sobrio, alejado y ajeno a la curia romana, que casi parece haber bastado para dar vuelta la página de estos años difíciles. Bergoglio ha hecho hasta ahora muy pocas nominaciones –por no decir ninguna-; no ha enunciado un programa ni ha tomado medidas de trascendencia, pero el ambiente ya se ha renovado.
El mundo ha podido comprobar, al correr de los días, que la humildad y la sencillez no son gestos de circunstancia en Bergoglio. Una liturgia despojada que le permite la constante cercanía con la gente. La decisión de permanecer en el hotel de Santa Marta, rodeado de otros miembros de la jerarquía eclesiástica. Sus discursos casi siempre improvisados; sin estructura que los revise ni filtre. La constante ruptura del protocolo –y de las normas de seguridad- para saludar al público, en particular a niños y a discapacitados. Y el mensaje de preferencia por la obra pastoral antes que por lo ritual, sumado a la insistencia en que la Iglesia debe salir de su encierro, predicar, ir al encuentro de quienes sufren.
Todo ello compone una gestualidad fuerte cuya traducción práctica todavía está pendiente, pero que se anuncia original y despierta gran expectativa.
“El papa Francisco tiene todo de un obispo sudamericano cálido, cercano a su pueblo y a los más pobres, que vive modestamente, recorre las villas miseria, sostiene un discurso cerrado en la doctrina, pero abierto a la justicia social, reflexionó en la revista Slate, Henri Tincq, columnista especializado en temas eclesiásticos. Sabíamos al cardenal Bergoglio conservador en las costumbres, pero audaz en su crítica del neoliberalismo y de los instrumentos de ganancia. Convertido en Papa, bajo el patronazgo de Francisco de Asís, sueña con ‘una Iglesia pobre, para los pobres’. Vieja utopía de una Iglesia que renuncia a sus poderes, a sus estructuras, a su riqueza, para volverse más espiritual”.
Todavía están pendientes las principales designaciones en la Curia, pero la insistencia de Bergoglio en presentarse como Obispo de Roma y la proclamación constante de que su misión es “el servicio”, aun en la cumbre del poder vaticano, son indicios fuertes: una conducción colegiada y una mayor descentralización, podrían caracterizar su pontificado. De hecho, hubo ya una decisión en ese sentido: la creación de un consejo de 8 cardenales que lo asesorará.
¿Habrá también cambios en materia de primacía e infalibilidad del Papa, dos elementos en los que muchos ven obstáculos al diálogo ecuménico?
“La humildad no es sinónimo de debilidad: el gobierno jesuita es fuerte y decidido”, advirtió el padre Gianfranco Ghirlanda, jesuita y especialista en derecho canónico, citando además las características de la formación en la Compañía: “La importancia de la cruz, de hecho muy presente en las intervenciones públicas del papa Francisco, frente al pecado, tanto colectivo como personal; y la Resurrección, considerada como ‘más existencial que intelectual’, sobre la cual el Papa no deja de hablar, para llevar a cada uno a elegir su propia vía bajo la mirada de Dios”.
“Un Papa cuyo nombre es todo un programa”
“La Iglesia está 200 años atrasada”, decía el cardenal Carlo Maria Martini (jesuita como Bergoglio) en una entrevista póstuma que, leída hoy, casi parece un anhelo de la elección de Francisco. “La Iglesia está cansada (…), nuestras casas religiosas están vacías, el aparato burocrático aumenta, nuestros ritos y hábitos son pomposos (…) Sé que no podemos dejar todo con facilidad. Pero por lo menos podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo. (…) ¿Dónde están las personas llenas de generosidad como el buen samaritano? ¿Que tienen fe como el centurión romano? ¿Que son entusiastas como Juan Bautista? ¿Qué osan lo nuevo como Pablo? ¿Que son fieles como María Magdalena?”
Hasta el teólogo disidente alemán Hans Küng, eterno desafiante del Papa de turno, está en luna de miel con Bergoglio, “un Papa cuyo nombre es todo un programa”. “Estaba persuadido de que no viviría para ver el sueño que había alimentado durante decenios, el de un giro comparable al Concilio Vaticano II iniciado por Juan XXIII”, escribió en el diario francés Le Monde. Sin embargo, apareció Bergoglio, dice, un “argentino que se inscribió deliberadamente en la tradición de San Francisco de Asís, ese marginal del siglo XIII [que] ha constituido y constituye aún la alternativa al sistema romano [y cuyas] exigencias evangélicas son un cuestionamiento profundo a ese aparato de poder centralizado, burocratizado, politizado y clericalizado que, desde el siglo XI, ha tomado el control de la causa de Cristo”.
Sin embargo, es difícil creer que, por su trayectoria y formación, Bergoglio vaya a ser un Papa que debilite la estructura institucional de la Iglesia. Para hacer el bien hay que ser fuerte. Francisco es un hombre acostumbrado a mandar, aunque lo haga con suavidad, como bien señaló su colega jesuita.
Desde su elección, y tras algunas dudas (“¿El papa Francisco es de izquierda o de derecha?”, titulaba un diario francés), los analistas han coincidido en ver en Bergoglio a un hombre abierto en lo social pero estricto en las cuestiones de dogma. Esto se evidenciará aún más cuando deba enfrentar los problemas ligados a la crisis de las vocaciones religiosas, a los cambios en la sexualidad y la familia, al celibato de los sacerdotes, entre otros tantos desafíos actuales del mundo, al igual que la globalización y sus grandes desequilibrios económicos, demográficos, ambientales. Allí aparecerá seguramente esa combinación que a veces dificulta el encasillamiento de Bergoglio: la reafirmación del núcleo de la fe evangélica, junto con la apertura al mundo; un estilo que recuerda sin dudas al de Juan Pablo II.
Por ahora, Francisco ha proclamado que la evangelización es el objetivo principal de la Iglesia. “El que está más arriba, debe servir”, dijo, y fue a lavar los pies de jóvenes marginales y excluidos. La opción es por los “pobres”, los “prisioneros”, los “enfermos”, los que están “tristes” y “solos”, dijo. “El sacerdote que no sale de sí mismo, en vez de ser un mediador, se convierte poco a poco en un intermediario, en un gestor, (en vez) de ser pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres”, fue su mensaje.
Pero a los observadores más agudos no escapa que el estilo bondadoso, cálido y sencillo de Bergoglio es la herramienta de transmisión de verdades sólidas y la reafirmación de nociones que muchos desearían ver relativizadas.
Hasta ahora discreto en las cuestiones éticas y de moral, Bergoglio acaba de reafirmar claramente “el respeto por la vida desde el momento de la concepción”. Y convocó a los fieles a sumarse a una campaña de recolección de firmas en toda Europa para “garantizar la protección jurídica del embrión”. Un pronunciamiento claro contra el aborto.
Carisma y verdad
Para Leonardo Boff, referente brasileño de la Teología de la Liberación, las posiciones adoptadas por Bergoglio en sus tiempos de cardenal sobre contracepción, celibato u homosexualidad se debían a la presión vaticana. No es ésa la opinión de la mayoría de los analistas europeos que prestan una enorme atención al menor signo o palabra de Francisco. Jean Mercier, redactor de La Vie, escribió en su blog Paposcopie: “Para muchos católicos y no católicos, ser ‘social’ es ser progresista y liberal [en el sentido anglosajón]. El papa Francisco no entra en ese marco. [El suyo es] un cristianismo a la vez piadoso y fuertemente comprometido con los débiles, los pobres y los excluidos (…) Francisco es sin duda aún más radical que Benedicto, aun cuando su apetito pastoral y su buen humor modere sus convicciones reforzadas”.
En efecto, aunque hasta ahora parecía que Francisco había preferido no hablar de estas cosas y más bien darse a conocer por su insistencia en la misión pastoral y evangelizadora de la Iglesia, ya ha dado muestras de firmeza en el mensaje teológico.
Su advertencia contra los “ideólogos” que vuelven “incomprensible” el Evangelio y lo “falsifican”, fue una de ellas. “Cuando la ideología entra en la Iglesia, cuando la ideología quiere entrometerse en la comprensión del Evangelio, no se entiende más nada”, dijo Bergoglio. Un tema que siempre ha sido conflictivo e incluso tuvo en América Latina un escenario de confrontación entre corrientes que tenían interpretaciones opuestas del Evangelio. “Estos ideológicos falsifican el Evangelio. Toda interpretación ideológica, venga de donde venga, es una falsificación del Evangelio”, sentenció el Papa.
Los observadores venían señalando el hecho de que, desde su elección, el Papa no se había referido a los “temas que enojan”, en particular en el plano de la moral privada. Venía actuando como un guía espiritual, cuya pastoral, decididamente fundada en el mensaje del Evangelio, prioriza la misericordia, la acogida a todos, sea cual sea el peso de sus pecados.
Pero el mensaje de fondo no pasó inadvertido para todos. El vaticanista Sandro Magister, de L’Espresso, llama la atención sobre la fascinación que ejerce la “oratoria concisa, sencilla, coloquial” de Bergoglio, que “esconde otras cosas más incómodas que él no deja de decir –por ejemplo, sus frecuentes alusiones al diablo– y que dichas por otros desencadenarían críticas, pero a él se le perdonan”.
Además de la citada arremetida contra “los ‘grandes ideólogos’, Magister cita el hecho de que haya “dicho con fuerza que Jesús es la ‘única puerta’ para entrar en el Reino de Dios y ‘todos los otros senderos son engañosos, no son verdaderos, son falsos”. “Con ello ha confirmado esa verdad irrenunciable de la fe católica que reconoce en Jesucristo el único Salvador de todos”, dice Magister, quien recuerda que en agosto de 2000, cuando Juan Pablo II y el entonces cardenal Joseph Ratzinger incluyeron ese concepto en el documento “Dominus Iesus“, fueron fuertemente criticados dentro y fuera de la Iglesia.
Tampoco hubo reacción cuando el 23 de abril, Bergoglio dijo que “la identidad cristiana es una pertenencia a la Iglesia… porque no es posible encontrar a Jesús fuera de la Iglesia”.
“Esta benevolencia de los medios de comunicación respecto al papa Francisco es uno de los rasgos que caracterizan este inicio de pontificado. La dulzura con la que él sabe decir las verdades, aunque sean incómodas, facilita esta benevolencia”, dice Magister, quien sin embargo cree que tarde o temprano habrá reacciones.
Pero la radicalidad de ciertas afirmaciones de Bergoglio y su apego a las grandes verdades proclamadas por la fe no deberían sorprender. Como él mismo lo señaló, la Iglesia no es una ONG piadosa.
Fuente:Infobae
Lunes, 13 de mayo de 2013
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