Sociedad Encuesta: una amplia mayoría le otorga un papel central al Estado en la vida pública  A contramano de la 'motosierra', un trabajo del Centro de Estudios de Estado y Sociedad muestra que el 79% de los entrevistados prefiere un Estado “más bien grande” y que 9 de cada 10 cree que debe involucrarse en seguridad, salud, educación y pobreza. “El acuerdo sobre el involucramiento del Estado en diferentes temáticas de la sociedad es fuerte y consistente”, señala el informe.
Javier Milei construyó su repentina llegada al poder sobre un desencanto muy extendido en la opinión pública. Una parte central de su receta fue poner bajo asedio a un Estado que, a los ojos de una indiscutible mayoría, lucía grande e ineficaz. En lo discursivo, lo hizo con diatribas incendiarias; y en lo simbólico, con la motosierra como su más alto estandarte.
Los resultados de un trabajo que el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes) da a conocer este martes parecen revelar, al menos de manera parcial, una disonancia ideológica entre el Gobierno y la sociedad. Entre otras cuestiones, muestra que, lejos de haberle dado la espalda, el grueso de la opinión pública todavía espera mucho del aparato estatal: el 79% de los consultados, por caso, desea un Estado “más bien grande”, y apenas un 21%, un Estado “más bien pequeño”.
“El acuerdo sobre el involucramiento del Estado en diferentes temáticas de la sociedad es fuerte y consistente”, señala el informe.
El papel del Estado
Especialess3.lanacion.com.ar/strapi/estado Encuesta Web Mesa De Elaborado a fines del año pasado y sobre la base de 2000 casos, el trabajo tiene por norte medir el grado de adhesión que la opinión pública guarda con la agenda “anti-woke”, aquel programa que Milei impulsó en Davos con un encendido y controversial discurso.
Pero, camino hacia allí, el informe hace una primera parada en el “intervencionismo estatal”. Alrededor del 90% de los consultados cree que el Estado debe involucrarse en salud, educación, pobreza y seguridad: consideran que debe tener un rol especialmente activo para custodiar las fronteras, garantizar la calidad y la continuidad de las clases, o en “reducir la pobreza”, el ítem que concita mayor apoyo.
Con algunas variaciones respecto de la intensidad de sus afirmaciones, los encuestados también sostienen que los organismos del Estado deben ocuparse de controlar que las empresas paguen sus impuestos en tiempo y forma, además de supervisar los niveles de contaminación o de brindar asistencia a víctimas de violencia de género, entre otras funciones, como prevenir el embarazo en la adolescencia o facilitar métodos para evitar contagios.
Para por lo menos un 85% de los consultados, todos estos son temas sobre los cuales el Estado debe ocuparse “mucho” o “bastante”, según las valoraciones positivas de la encuesta.
Los números parecen ir a contramano de la coronación de un presidente como Milei, que hizo de la “motosierra” su carnet de identidad, en campaña y en gestión.
¿Hubo un giro en la opinión pública respecto al rol del Estado? ¿O es el precio que una parte importante de la sociedad está dispuesta a pagar para mantener a raya a la inflación? ¿Se forjó una alianza táctica con la motosierra? Son algunos de los disparadores detrás del informe del Cedes, según cuenta su autora intelectual, la socióloga e investigadora Silvina Ramos.
“La gente no quiere destruir el Estado; la gente quiere tener un mejor Estado y que responda a las necesidades que la gente tiene: salud, educación, obras públicas. Creo que parte del desencanto que la gente tenía, o tiene, es justamente porque no está respondiendo. Pero eso no quiere decir que la gente no crea en el Estado, ni tampoco que quiera prescindir de él”, explica.
“Los resultados muestran que las personas quieren al Estado interviniendo para resolver algunos problemas de la sociedad y, por eso, declaran que quieren más inversión estatal. Eso se termina traduciendo en la frase ‘un Estado más grande’, pero en realidad lo más importante son los resultados vinculados a que el Estado debería involucrarse en la resolución de problemas”, desarrolla.
Valores compartidos
El trabajo mantiene muchas de su formulaciones en el plano conceptual y evita preguntar cómo deben o pueden materializarse muchas intervenciones. Una dimensión en la que suelen surgir desacuerdos y resistencias. Por ejemplo, no hay preguntas relativas a los planes sociales, ni sobre los niveles de burocratización o presión impositiva que la sociedad está dispuesta a tolerar. Tampoco se indaga cuán cerca o lejos debe estar el Estado de las relaciones comerciales entre privados.
“La discusión sobre el Estado es una discusión bastante amplia. Si algo trata de aportar este estudio es entender los muchos planos que el Estado tiene. No es simplemente si el Estado está presente o no, o si hay que eliminarlo o no”, sostiene el sociólogo Luis Costa, autor del trabajo de campo que fue la base del informe.
“El [objetivo] era evaluar la estructura de valores compartidos. Ver si existen o no. Se trata de tener un acercamiento conceptual y separar el ruido de la política de los valores que la gente comparte. En este caso en particular, ver cuáles temas podrían estar -o no- incluidos dentro de lo que el Estado hace o deja de hacer”, agrega.
“Las personas pueden estar en desacuerdo con muchas de las formas de funcionamiento del Estado -suma Ramos- porque no satisface necesidades: porque la educación tiene huelgas sin parar, porque la salud tiene problemas para responder apropiadamente -ejemplifica–, pero eso no quiere decir que la gente no quiera que el Estado intervenga en esos asuntos. Son cosas diferentes”.
Por fuera de los límites de este informe, y desde su piel de sociólogo, Costa sostiene nunca haber detectado que, en el ánimo social, prime un consenso antiestatal.
Interpreta que la promesa de bajar la inflación –que el Gobierno cumple de manera progresiva desde el inicio del mandato– puede ser el instrumento de canje entre un electorado y un gobierno con fuertes diferencias ideológicas.
“A Milei se lo votó porque promete bajar la inflación y se pelea con el corrupto. El contrato no es tan amplio”, afirma. Y, respecto de una posible confusión en el oficialismo, advierte: “El kirchnerismo pensó lo mismo, pero al revés, en algún momento. Pensaron que ahora todos los jóvenes eran de izquierda. Ahora piensan que todos los jóvenes son liberales y de derecha. No es ni una cosa ni la otra.
“La política crea semánticas y narrativas para dar cuenta de la realidad de los fenómenos, pero la sociedad no cambia cada tres minutos ni tiene un comportamiento tan itinerante como a veces se cree. La agenda de género, por ejemplo, todavía tiene validez para la gente”, agrega.
Es que el eje del estudio, explica Ramos, “es recuperar las opiniones de las personas respecto de la agenda de género y los derechos sexuales y reproductivos, que es una agenda muy vapuleada y descalificada por el Gobierno nacional”.
Respecto de la desigualdad de género, por ejemplo, solo un 14% de los consultados considera que no existen diferencias entre varones y mujeres en el país. Un 41% cree que sí y que son “grandes”, y un 16 %, que son “muy grandes”.
El trabajo registra una mejora en la percepción social en los últimos años: un 47 considera que las diferencias entre ambos géneros se redujeron respecto de hace una década, mientras que un 28% piensa que son iguales y un 19 % que son mayores.
“Las personas que respondieron la encuesta creen que la mayoría de la sociedad está de acuerdo con distintas intervenciones, políticas o campañas que fomenten la igualdad de género”, concluye el informe. “Muestran una apreciación positiva de estas agendas, con matices que sin duda habrá que considerar para traccionar las causas y sostener y profundizar los cambios que una sociedad democrática demanda. Los resultados de este estudio parecen indicar que el cambio cultural experimentado por la sociedad argentina en las últimas décadas ha sido profundo y que en ese tiempo ha dejado sus huella”, agrega.
La Nación
Martes, 1 de abril de 2025
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