Espectáculos “Los hombres soportan menos la soledad” A pocos días de la muerte de su papá, Mercedes Morán recuerda la relación con él. Por qué se define como “contestaria”, el día que le dijeron que no servía para actuar y su visión sobre la “histeria femenina”. Sorprende ver a Mercedes Morán fumar. Dice que intentó dejarlo varias veces pero que flaquea en momentos de angustia o estrés. Éste es, sin dudas, uno de esos momentos. La actriz no transita días fáciles. En menos de una semana perdió a un amigo y días después a su papá, de 97 años. A primera vista no hay rastros evidentes de su tristeza, se la ve calma y centrada, pero no tarda mucho en revelar su sensibilidad. “Es desconcertante. Como adulta pensé que estaba preparada para esto, pero no. Nadie está preparado nunca para la muerte de su padre”, reflexiona. “Tuve la ilusión de que sería más fácil afrontarlo, porque hay un momento en la vida en que uno se convierte en padre de sus padres y eso le hace creer que está más listo, pero nada que ver. Cuando finalmente sucede volvés a sentirte como una nena que extraña horrores a su papá. Hay algo incompresible en ese dolor. Sos adulto, estás entero, pero no tenés papá, es eso, no tenés papá”, piensa en voz alta.
-¿Cómo era tu relación con él?
-Yo he tenido un padre maravilloso. Lo que lo hizo maravilloso fue que siempre respetó mis decisiones, incluso cuando no estaba de acuerdo conmigo, él me acompañaba. Y eso lo hacía aún más admirable, porque es fácil respetar a los que piensan como uno, pero cuando el otro tiene una visión diferente del mundo se complica…
-¿Recordás algún momento en especial en el que sentiste eso?
-Durante mi primera separación. Yo me había casado a los 17 años, y me separé años después, cuando ya tenía dos nenas chicas. Yo era muy joven y tomé esa decisión sabiendo que para él sería un gran dolor de cabeza ver a su hija lanzarse al mundo así. Sin embargo, no me juzgó, creyó en que yo sabía lo que hacía y me acompañó. Le estoy muy agradecida.
-¿Fuiste una hija muy rebelde?
-Siempre he tenido una naturaleza muy extraña, muy contestataria, me he corrido del lugar común. Eso hizo que yo no siga ciertas tradiciones de la clase media o no reaccionara como estaba previsto frente a algunas cosas. Yo no tengo, por ejemplo, esa noción de la importancia de tener la casa propia o del matrimonio para toda la vida. Supongo que en eso sí fui rebelde. Además, tengo el irme fácil, me voy sin problemas de las situaciones que me provocan incomodidad, puede ser un trabajo o una relación.
-¿Eso es bueno o es malo?
-Bueno, supongo que es bueno porque este ímpetu de siempre buscar el bienestar y la felicidad, sin quedarme estancada, y es malo porque hay cosas que sólo se cultivan a través del quedarse.
-¿Por ejemplo?
-Yo nunca entendí a la gente que no le gusta viajar. Nunca pude comprender cómo hay gente que no quiere moverse de su lugar de origen. Mi papá era así. Pero con el tiempo me di cuenta de que a él no le hacía falta irse porque había cultivado una capacidad para mirar la vida que yo no tenía. Yo vuelvo renovada de cada viaje y miro todo como si lo viera con ojos de turista. Él, tal vez, tenía esa capacidad de observar detalles sin necesidad de partir. Yo salí con otro carácter.
-¿Ese carácter te permitió sobrevivir a un debut teatral traumático?
-(Risas.) Un debut en el que no llegué a debutar. Yo tenía alrededor de 20 años cuando estudiaba teatro con Carlos Gandolfo, un tipo que me abrió la cabeza y me ayudó a descubrir mi vocación. Un día él me dijo que quería que protagonizara una de sus obras. Yo estaba encantada, él realmente creía en mi talento y me había elegido, así que no podía ser más feliz. Sin embargo, algo que nunca pude deducir qué sucedió en el transcurso de los días, ya que al tercer o cuarto ensayo me llevó tras bambalinas y me dijo: “Yo me equivoqué con vos; vos no podés hacer este personaje ni ningún otro, vos no sos actriz, no podés pararte arriba de un escenario. Olvidate de esto, dedicate a otra cosa”.
-¿Qué hiciste?
-Me acuerdo que yo estaba sentada bajo una escalera y me paré tan shockeada que me pegué la cabeza contra la pared. Salí literalmente aturdida, llorando, pensando qué iba a hacer de mi vida, a qué me iba a dedicar…Nunca más volví a hablar con él. Nunca.
-¿Cómo te recuperaste de semejante golpe?
-Mi familia y mis amigos me ayudaron. Pero, en realidad, creo que lo que me salvó a mí fue ese exceso de crueldad que tuvo. Fue demasiado cruel en decirme las cosas así, sin tapujos. Me di cuenta que ahí había algo que no estaba bien. No quiero hablar de alguien que ya no está, me pone incómoda… Qué sé yo, tal vez tuvo un mal día.
-Un mal día que podría haber arruinado tu vida…
-Es cierto. Me pregunto a cuánta gente habrá torcido su camino por cosas así.
-¿Siempre creíste en vos?
-No. Todavía me cuesta creer en mí (risas). Es que no se trata de creer, se trata de amar lo que hacés.
-¿En el amor también tuviste ese ímpetu?
-Tuve tres parejas importantes en mi vida. Me llevo bien con la soledad, pero tengo una enorme vocación de estar en pareja.
-¿Qué buscás de una pareja?
-El amor es tan grande que no se puede definir. Una vez leí por ahí que amar es acompañar activamente el crecimiento de otro, me gusta esa definición.
-¿No te parece que es un desafío más complicado los hombres en este momento?
-Claro. A nosotras nos enseñaron que lo mejor que nos podía pasar era convertirnos en la señora de un hombre exitoso. Nos dijeron que eso era seguridad. A ellos no les explicaron esa parte (risas). Tenemos que revisar una cantidad de mandatos y compromisos que fueron cambiando.
-Gloria, tu personaje en “El hombre de tu vida”, se aprovecha de la desesperación femenina. ¿Sentís esa desesperación en las mujeres?
-Siento que la mayoría de la gente que está sola tiene cierta ansiedad por ponerse en pareja. La mayoría, hombres y mujeres, aunque a mi entender, los hombres soportan menos los períodos de soledad. Las mujeres tenemos fama de desesperadas porque somos más dramáticas y más expresivas, pero no creo que las mujeres estemos más desesperadas que los hombres. Es una fama que nos hicieron.
-¿Alguna vez experimentaste algo parecido?
-Yo siempre me llevé bien con la soledad y creo que ésa es la miel que atrae a los hombres. Todos hablan de la histeria femenina pero no reparan en eso. Basta que parezcas inalcanzable para que los hombres quieran estar con vos. Es un clásico que siempre me funcionó.
Miserias y matices humanos. Junto con Gustavo Garzón y Verónica Llinás, entre otros, Mercedes Moran protagoniza Buena gente, la adaptación nacional de una de las obras más aclamadas del teatro contemporáneo estadounidense. Esta historia, escrita por el ganador del Premio Pulitzer David Lindsay-Abaire y bajo la dirección de Claudio Tolcachir, cuenta la historia de Margarita (Mercedes Morán), una mujer que acaba de ser despedida y que se reencuentra con Juan (Gustavo Garzón), un viejo novio de juventud que logró dejar el barrio y la pobreza, para convertirse en un médico de buen pasar. Mercedes explica: “Lejos de ser una historia simplista, la obra muestra las miserias de ambos mundos. Es desafiante porque, a diferencia del costumbrismo, los personajes no se reducen a buenos o malos, tiene miserias y matices que los hacen más humanos. Es una obra que, sin dudas, interpela al público desde un lugar atípico”, resume. “Buena gente” se presenta de miércoles a domingo en el teatro Liceo (Av. Rivadavia 1495).
Jueves, 16 de agosto de 2012
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