El Papa Francisco bendijo al mundo en una plaza vacía y dijo que “nadie se salva solo” de la pandemia
El Papa Francisco aseguró este viernes que "nadie se salva solo" de la crisis mundial generada por la difusión del coronavirus, durante un histórico rezo que encabezó en soledad en la Plaza San Pedro del Vaticano para pedir el fin de una pandemia con la que, afirmó, "nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados".
El Sumo Pontífice rezó sin la presencia de fieles e invitó a “remar juntos” para superar la situación. “Nos dimos cuenta que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados pero al mismo tiempo importantes y necesarios. Estamos todos llamados a remar juntos. En esta barca estamos todos como esos discípulos que hablan con una única voz y con angustia dicen estamos perdidos”, dijo el Papa en un rito único durante el cual dio la bendición a los fieles y que fue transmitido por medios de comunicación.
Y siguió: “También nosotros nos damos cuenta que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta sino todos juntos”.
Es la primera vez en la historia de la Iglesia católica que el papa reza en solitario ante la inmensa plaza vacía de San Pedro. Se trató de un rito inédito en el cual dio la bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo) a todos los fieles que fue transmitido por televisión, internet y radio.
Antes había dicho que “desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido, densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles, y ciudades. Se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso. Se palpita en el aire y lo dicen las miradas nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que los discípulos del evangelio nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa”. “Un vacío desolador que paraliza todo a su paso. Se palpita en el aire, lo dicen las miradas”, dijo el Papa.
“Con la tempestad se cayó el maquillaje de los estereotipos que disfrazábamos. La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad. Solos nos hundimos, necesitamos al señor. El señor nos interpela desde su cruz. Es momento de expresar nuestro agradecimiento a todos los trabajadores silenciosos. Abrazar la cruz es abrazar las contrariedades de hoy. Hay que practicar nuevas formas de fraternidad y solidaridad. Con dios la vida nunca muere. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. Hay que dar espacio a la creatividad que sólo el espíritu es capaz de suscitar. Esta es la fuerza de dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede”, agregó Francisco.
“Ahora, mientras navegamos en mares complicados, te pedimos: Despierta, Señor”. “En medio del aislamiento donde experimentamos la falta de los afectos, escuchamos una vez más el anuncio que nos salva: ¡Ha resucitado y vive a nuestro lado!”, expresó. “Dejemos que reavive la esperanza”.
Al terminar el rezo, Francisco caminó hacia el ícono de la salud del pueblo romano y rezó frente a un crucifijo al que se le atribuye la sanación de la gran peste de 1522.
“Esta tarde me gustaría confiarlo a todos al Señor, a través de la Virgen, descienda sobre vosotros la bendición de Dios: Señor, bendice al mundo, da salud al cuerpo y consuela los corazones. Nos pides que no sentamos temor, pero nuestra fe es débil, Señor y tenemos miedo. Pero tú Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repite de nuevo: No tengáis miedo y nosotros junto a San Pedro volcamos en ti todo nuestro agobio porque sabemos que tú nos cuidas”, concluyó.
"Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido", inició el pontífice su mensaje desde el atrio central de la Basílica de San Pedro, de frente a una plaza usualmente colmada por decenas de miles de fieles y hoy vacía por las medidas de seguridad adoptadas por el Vaticano durante la pandemia.
"Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa", criticó Francisco, seguido por más de un millón de personas por streaming.
Durante el inédito rezo, en una Roma lluviosa, el Papa estuvo flanqueado por los dos símbolos frente a los que había rezado el domingo 15 de marzo en su única salida del Vaticano desde la difusión de la pandemia.
Uno es el crucifijo milagroso expuesto en la iglesia de San Marcelo en Via del Corso, que según la tradición católica salvó a la capital italiana de la peste de 1522. El otro símbolo es la Virgen Salus Populi Romani, emplazada usualmente en la Basílica romana de Santa María la Mayor, a la que el Papa encomienda y luego agradece cada uno de sus viajes fuera de Italia.