CRISIS EN GRECIA El gobierno de Tsipras en un vuelo sin paracaídas El debate por las brutales imposiciones de la troika a Grecia atraviesa la crisis europea y llega a preocupar en todos los rincones del mundo. El draconiano plan de ajuste acordado esta semana por el primer ministro griego Alexis Tsipras y la troika generó una avalancha de reacciones. La decisión de someterse a nuevos recortes –rechazados sólo unos días antes por el 62% de la población en un histórico referéndum- provocó una crisis dentro de Syriza, el partido de gobierno, que incluyó la renuncia de varios funcionarios y la rebeldía de unos cuarenta legisladores. Muchos de ellos expresaron su decepción al no hallar una salida alternativa a las ya conocidas recetas neoliberales, que hundieron al país en un profundo pozo. Algunos hasta se sintieron traicionados por la “capitulación” de su propio líder, consignó Tiempo Argentino.
La situación griega no sólo encendió el debate dentro del país heleno, sino también puertas afuera. Políticos, analistas e intelectuales de todo el mundo se preguntaron por los motivos que impulsaron al izquierdista Tsipras a aceptar un ajuste que algunos llegaron a comparar con el Tratado de Versalles, el pacto que después de la Primera Guerra Mundial dejó a Alemania en ruinas.
El problema, sin embargo, es de difícil resolución. Porque el propio primer ministro había dicho que no aplicaría más recortes en su país y que, en caso de verse obligado a hacerlo, renunciaría a su cargo. Pero a los pocos días de la consluta popular, firmó el plan de ajuste con el apoyo de la socialdemocracia y sus predecesores conservadores. La pregunta, entonces, es obligada: ¿Qué fue lo que llevó a un gobierno de izquierda, que investigó la deuda externa y que rechazó los ajustes hasta ayer, a someterse a medidas aún más duras que las acordadas por los gobiernos de la derecha? ¿Cómo se explica el giro?
Por estos días aparecieron dos hipótesis que intentaron dar una respuesta a esa cuestión. La primera explicación es la que sostuvo el propio Tsipras y quienes apoyaron el acuerdo con la troika: no había otra opción. Según esta mirada, un rechazo al plan de la troika hubiese significado la salida del euro y, en consecuencia, la destrucción del país. “No tenemos fondos para volver a la moneda nacional. La devaluación que hubiésemos sufrido sería fatal”, sostuvo Tsipras. El primer ministro dijo que se vio “obligado a aceptar compromisos muy duros” y un acuerdo en el que no cree porque, de lo contrario, el país habría sufrido “la quiebra o la salida del euro”. Y subrayó que prefiere que sea un gobierno de izquierda el que administre el ajuste, en lugar de que lo hagan los conservadores.
De ese modo, justificó el memorándum firmado con la troika, con el que Grecia recibirá nuevos préstamos por 86 mil millones de euros durante los próximos tres años. Gracias a eso, podrá respirar un poco. Pero, a cambio, deberá privatizar bienes por un valor de 50.000 millones de euros, que quedarán en manos de un fondo establecido en Grecia y gestionado por las autoridades helenas, aunque "bajo la supervisión de las instituciones europeas relevantes". La cifra multiplica casi diez veces las privatizaciones que aprobaron los gobiernos anteriores: en los últimos cuatro años habían sumado 5.400 millones de euros. A eso hay que agregar un aumento del IVA, suba de la edad de jubilación, liberalización del mercado de productos y servicios, restricciones a la negociación colectiva y a los sindicatos, agilización de desalojos y recortes en la administración pública.
En el análisis no puede soslayarse el brutal embate que el gobierno de Syriza recibió desde que llegó al poder en febrero. La troika -el triunvirato formado por el FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea (CE), comandado por el gobierno alemán de Ángela Merkel- no cedió un milímetro ante los reclamos del gobierno griego. Al contrario: ante cada acto de soberanía de Tsipras, endureció aún más su postura. El primer ministro contó que durante las reuniones con el Eurogrupo recibió “serias amenazas” y que la troika había diagramado un “plan perfectamente detallado para lograr un aislamiento completo del país en todos los niveles, incluyendo el colapso de los bancos y la falta de provisiones de todo tipo”. Un testigo confió al diario inglés The Guardian que, durante las negociaciones, Tsipras recibió un “brutal ahogamiento mental”. A ese nivel llegó la presión de los representantes europeos.
Yanis Varoufakis, quien renunció a su cargo de ministro de Finanzas griego apenas concluyó el referéndum del pasado 5 de julio, también conoció de cerca a los negociadores de la troika. Para el carismático economista, el acuerdo al que fue sometido su país es, lisa y llanamente, la “culminación de un golpe de Estado” para convertir a Grecia en el “vasallo de Europa”. En la misma línea, el premio Nobel de Economía Paul Krugman calificó de "locura" las demandas del Eurogrupo a los griegos. "Esto va más allá de la dureza y es ya puro deseo de venganza, completa destrucción de la soberanía nacional y esperanza nula de recuperación", aseguró.
Hace unas semanas, Varoufakis ya había denunciado que el llamado “Grexit” –la salida de Grecia de la eurozona- era parte de un plan del ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Shäuble, para disciplinar a cualquier otro país del bloque comunitario que mostrara resistencia a los planes de la troika. El temor germano a la expansión de experiencias como la de Syriza tiene nombre y apellido: Podemos, el partido de izquierda que, según algunas encuestas, podría gobernar España a partir de fin de año.
Justamente ayer, su líder y candidato presidencial, Pablo Iglesias, respaldó a Tsipras y dijo, en referencia al acuerdo, que “lamentablemente es lo único que podía hacer”.
Frente a quienes plantean la hipótesis de que no había otra alternativa que aceptar el ajuste, aparecen algunos miembros de Syriza que entendieron la decisión de Tsipras como una capitulación: el gobierno no resistió ante la UE y prefirió aceptar las imposiciones de los acreedores antes que jugarse a una salida del euro. En ese sentido, la presidenta del Parlamento griego, Zoi Konstantopoulou, una de las 39 legisladoras del oficialismo que rechazó el plan de la troika, declaró que el acuerdo firmado es “un chantaje” y que puede causar “un genocidio social”. Konstantopoulou recordó que los griegos votaron “No” a la austeridad en el referéndum de hace dos semanas. “No tenemos el derecho de interpretarlo como un 'Sí' o un 'No con condiciones`”, remató. Sin decirlo, dejó en claro su enojo por el desprecio del gobierno hacia la voluntad popular.
En el tablero de hipótesis que aparecieron estos días para explicar el cambio de Tsipras, diversos analistas consideraron que el primer ministro nunca contempló la posibilidad de abandonar el euro, una postura entendible aunque también cuestionable. Incluso dentro de Syriza hubo voces críticas hacia el argumento de la supuesta devastación que hubiese provocado una salida de la moneda común. Algunos hasta aseguraron que hubiese sido preferible arriesgarse a abandonarla.
Porque dentro del euro y en sólo cinco años, las medidas impuestas por la troika llevaron a Grecia a una situación escalofriante: el desempleo general llega al 26,5% y la desocupación juvenil al 52%, según números oficiales del primer trimestre de este año. El PBI, además, cayó un 25% y el 45% de los jubilados es pobre. La deuda pública asciende a 350 mil millones de euros, el 180% del PBI heleno. Una serie de cifras que deja en claro que, más allá de las especulaciones sobre el motivo del giro de Tsipras, el país es escenario de una verdadera tragedia griega.
Fuente: infonews
Sábado, 18 de julio de 2015
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